El dolor cancerígeno de Silvia la atacó en marzo del año pasado mientras
realizaba un cuerpo a tierra, impactando su cuerpo una y otra vez contra el
suelo y parando el golpe con su pecho. Silvia Ruiz servía en una unidad de élite
del Ejército español. Su sueño desde niña. Le pidió entonces a su capitán caer
con la rodilla "porque me dolía", pero "me contestó que si no valía para eso me
fuera a mi casa".
A los pocos días el médico le trasladó la mala noticia: tenía cáncer de mama
con metástasis en el brazo. Una enfermedad que le ha robado un pecho, la sujetó
a un arresto domiciliario por "fingir una supuesta lesión", según el capitán de
Infantería, y le ha costado finalmente su puesto de trabajo por "absentismo
laboral" al ausentarse los 84 días de baja médica justificada mientras recibía
quimioterapia.
"Durante 14 días, Silvia compartió operación y tratamiento de quimioterapia
con un arresto domiciliario. Pero ni eso le amedrentó", explica su madre en una
campaña promovida por la plataforma change.org haciendo referencia al castigo
que le fue impuesto por pedir unos ejercicios más sencillos en una de las
preparaciones físicas y que su capitán interpretó como una mentira desobediente,
según relata Silvia. "Yo simplemente me quejé de dolor", lamenta, para añadir
que "incluso por la noche realicé una pista de silencio: desde meterme por
tuberías y entrar en un edificio en ruinas hasta atravesar alambradas. Echándole
fuerza, porque yo sabía que la renovación del contrato estaba a la vuelta de la
esquina y no quería problemas".
Todavía más cifras se volvieron en su contra. Los 84 días de baja que tomó de
reposo en casa tras las operaciones en las que le extirparon una mama –días
después de aquellos ejercicios– fueron considerados por el mismo capitán como
"absentismo laboral", razón suficiente para negarle con posterioridad la
renovación contractual. Y ello a pesar de que se había incorporado antes de
tiempo, ya que su baja era de seis meses. Pero "tenía miedo de perder mi empleo"
y recuerda cómo su compañera le curaba "las quemaduras de mi piel por la
radioterapia" en el cuartel que habitaban en El Pardo.
"Desde el principio noté que no veían bien que una especialista en
administración como yo accediese a la única plaza libre de un cuerpo de
Infantería". Preguntada por si considera lo sufrido como una discriminación por
razón de género, Silvia asegura que "siempre me han tratado muy bien hasta que
llegué a esa compañía: el capitán no podía ver a ninguna mujer. Se nos tuvo que
habilitar un cuarto y un baño porque sólo había tres mujeres". "Creo que este
hombre no podía conmigo por ser mujer y encima administrativa, cuando yo antes
que nada soy militar", defiende Silvia. Tras lo ocurrido, y por la denuncia de
otra compañera, "han hecho limpieza y los han quitado a todos".
La joven siempre ha tenido un buen expediente. "En las observaciones de su
último informe se destacan su profesionalidad, su organización y su gran
resistencia a la fatiga. Por eso, cuando llegó la hora de renovar su contrato
con el Ejército su unidad la declaró idónea", desarrolla su madre. Todo se
truncó con el informe negativo del capitán sobre su dolor "fingido" y su
"absentismo laboral". Palabras que, sin más, la empujaron a la cola del
paro.
Ahora alzan su voz contra el capitán para que sea investigado y piden la
readmisión de Silvia en el Ejército.
Publicado el 16 de septiembre de 2013 en El Mundo.
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