Entrevista con Ismael Serrano: "El odio, como el amor, requiere cierta correspondencia"


"Si vivir es bueno, es mejor soñar. Y mejor que todo, madre, despertar". Con estas palabras del poeta Antonio Machado da vida Ismael Serrano (Madrid, 1974) a diez nuevas canciones que se incorporaron a su último disco, 'Todo empieza y todo acaba en ti' (Universal). En la 'Edición especial vespertina' que acaba de publicar no ha estado solo. Le han acompañado dos sueños: Joan Manuel Serrat y Silvio Rodriguez. Además de Luis Alberto Spinetta, Lamari de Chambao, Pasión Vega y Nach.

A medio camino entre la música, la poesía y la revolución, este cantautor, mitad madrileño mitad argentino, pretende hacernos despertar del letargo para volver a vivir, sentir y luchar. Porque el destino, como él dice, "no parió la miseria en la que duermes, nació de las voluntades de mil hombres y mujeres, que nada está escrito para siempre".

Pregunta.– ¿Qué hay en medio de Todo empieza y todo acaba en ti?

Respuesta.– Un disco retrata un momento anímico, creativo y personal en un periodo determinado de la vida. A través de las canciones uno va depositando de forma inconsciente una idea recurrente en ellas, que en este caso es una llamada a huir de la resignación. En lo sentimental, lo político, lo colectivo, en lo más íntimo. Tenemos que ser protagonistas de nuestra vida, de la Historia con mayúsculas, y no meros espectadores. Conseguir ese cambio que todos soñamos en nuestras vidas, de eso trata el disco.

P.– ¿Hay más amor o más odio que en anteriores álbumes?

R.– Siempre más amor, por suerte. Si no, estaríamos perdidos. No se puede cantar siempre desde el rencor, uno se volvería amargo. Pero incluso cuando uno le canta al odio también hace una declaración de amor, porque el odio, como el amor, requiere cierta correspondencia. Peor que todo sería la indiferencia. Odiar es estar vivo, sentir, implicarse en la realidad. Pero no es suficiente. Por suerte uno no pierde la fe en el ser humano y sigue cantando desde la certeza de que el amor es lo que da sentido a cualquier lucha y sueño.

P.– ¿Se canta mejor solo o en compañía de otros?

P.– La canción nace de la soledad, pero de forma natural busca la compañía. Toda persona que se sube al escenario lo hace porque tiene un miedo patológico a la soledad y busca sentirse acompañado. No es sólo una cuestión de vanidad, que también puede ser, sino que lo que desea es compañía en sus viajes, en sus búsquedas y miedos.

P.– ¿Por qué la tarde (edición vespertina)?

R.– Me gusta pensar en esos periódicos que salían por la tarde y uno leía de otra forma, sin la urgencia del periódico matinal sino con la calma que conlleva ver caer la tarde. Como si fueran canciones que uno trata de cantar para rescatar las últimas luces del día antes de que todo oscurezca.

P.– ¿Qué mujer hay detrás de sus canciones?

R.– 'Eres' retrata a la mujer de la que uno se enamora. Y, pensando en este último disco, 'Hija de Lilith' es esa mujer rebelde que escribe su propio camino, que formula preguntas, que es compañera. Esta es la protagonista de gran parte de mis canciones. Es una mujer a la que admiro por su heroicidad a la hora de enfrentarse a una cotidianidad a menudo adversa. Vivimos en una sociedad machista en la que a los hombres todavía nos quedan muchas cosas por aprender.

P.– ¿Usted, qué quiere encontrar?

R.– No lo sé. La vida es una búsqueda permanente en la que uno no tiene claro qué quiere encontrar. Una voz propia que te arrope y defina pero, sobre todo, compañía. La música es un espacio de encuentro: gente que te acompañe en el viaje, con quien compartir el cuestionamiento de la realidad. Es la búsqueda de la identidad en la que todos estamos.

P.– ¿Qué sueños se cumplen con esta nueva reedición?

R.– Cuando escucho la versión con Serrat me recuerdo con 13 años junto a los vinilos de mi padre, cuando empezaba a atender la música de forma sosegada y haciendo una lectura profunda. He vivido toda mi vida con Serrat, pero hay un momento al entrar en la adolescencia en el que uno se reencuentra con esas canciones porque empiezan a formar parte de su patrimonio personal y sentimental.¡Quién me iba decir a mí que un día iba a cantar con ellos! Y con Silvio. Lo relaciono con mi época de estudiante, cuando estudiaba Física en la Universidad.

P.– ¿Qué queda después de cada concierto?

R.– Es imposible irse a dormir. Yo agradezco mucho la charla y la sobremesa después de los conciertos, porque uno tiene que hacer repaso. El subidón de adrenalina es muy grande y hay que bajarse de ese estado de efervescencia. Luego hay un componente de tristeza, que no sé bien si es tristeza post parto y post coito. Esa sensación de fugacidad de los momentos en que has sido feliz, pero no has caído en la cuenta porque no lo supiste saborear con la calma necesaria. Por eso intento no permitirme que pasen rápido, trato de rebelarme ante esa idea y disfrutar de ellos.

P.– ¿Cuál es su canción perdida?

R.– Canciones pendientes tengo unas cuantas, con las que aún no me he encontrado, pero canciones perdidas no sé si tengo alguna. Trato de conservarlas bien porque son un tesoro. Perder una canción sería un pecado terrible, sería perder una esencia de mí mismo. Soy un tipo con memoria, a veces demasiada, porque te puede jugar malas pasadas y llevarte a ser conservador en el sentido de las culpas que te persiguen.

P.– ¿Ismael Serrano se enamora y desenamora en cada canción?

R.– Puede que sí. Por lo general todas las canciones de amor son de 
desamor. Uno le canta al desamor porque quiere rescatar la belleza del fracaso. A pesar de que todo fue derrota, aún uno es capaz de rescatar lo hermoso de lo vivido, lo maravilloso de aquel encuentro, por fugaz que fuera. Hay quien dice que la nostalgia puede ser considerada como un pensamiento reaccionario en el que todo tiempo pasado fue mejor, pero sí podría verse como la melancolía por el paso del tiempo. A uno le enternece la persona que fue y le tiene cierto cariño.

P.– ¿Qué le gusta echar de menos cuando se va?

R.– Echar de menos a los amigos te hace ser consciente de que los tienes y del cariño. Hace que tomen valor real las cosas, el peso de tu casa, los tuyos, tu familia. Hay quien cree que la patria, entendida como el territorio de la cotidianidad en el que uno se siente rodeado de los suyos y a salvo, sólo se entiende en el exilio. Echar de menos es un coñazo, sobre todo cuando uno siente que se está despidiendo demasiado. Tiene ese sentimiento contradictorio que, desde el punto de vista musical, es muy creativo.

P.– ¿Hay más de Ismael Serrano en España o en Latinoamérica?

R.– Para mí, España es Latinoamérica. Mi casa es Madrid, es el refugio, con sus luces y sus sombras; pero en Buenos Aires me puedo sentir como en casa, donde uno tiene sus librerías y restaurantes de referencia. Por otra parte, en Latinoamérica están gran parte de mis referencias, los cantautores con los que he crecido, los escritores con los que aprendí a descubrir la poesía, hasta las referencias ideológicas: la lucha por los Derechos Humanos, las madres de la Plaza de Mayo y los movimientos indigenistas.

P.– ¿Qué futuro alumbra la llama de Prometeo?

R.– Me gustaría pensar que es un futuro donde el que legisla es el ciudadano y donde la prioridad no es cumplir con las instituciones financieras, que están por encima de los gobiernos elegidos por el pueblo. Que seamos capaces de asumir el protagonismo que nos corresponde y sentirnos como parte implicada de un proyecto común, en el que seamos capaces de redistribuir la felicidad y la riqueza de forma que los más débiles tengan la posibilidad de emanciparse, y que los excluidos no sean siempre los mismos. No recuerdo ahora quien decía que vivimos en tiempos difíciles en los que hay que recordar lo obvio.

P.– ¿España necesita una revolución de despertares?

R.– Sí, lo que necesitamos es desprendernos del miedo que se nos ha adherido al cuerpo como una película de polvo. Salir de ese estado de shock y del letargo. El destino no está escrito, tenemos que recuperar nuestra capacidad para influir. Recordar que el lobby más potente es el de la ciudadanía y recuperar la memoria. Los derechos adquiridos son fruto de sacrificio, sangre, sudor y lágrimas. No podemos permitir que vuele de un plumazo el esfuerzo de nuestros padres y abuelos.

Publicado el 06 de mayo de 2013 en Elmundo.es.

Foto: Sergio Enriquez-Nistal - El Mundo.

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